miércoles, 27 de enero de 2010

Pena y Gloria de Un Corredor: El Inicio de Una Pasión




Tenía yo pocos años, era un niño aún. Tendría talvez unos 12 años, cuando por primera vez conocí los patines. Mis primero patines eran unos cuya bota era plástica y ruedas plásticas también, de color azul, morado y negro.

Nunca fui atlético, era más bien delgadito y debilucho, así que montarme en un par de zapatos de ocho ruedas sería un reto para un niño como yo. Mi hermano menor los dominó rápido y se volvió bueno con ellos, a mi me fascinan pero no soy muy bueno, es más, me cuesta pararme y guardar el equilibrio. Practiqué días y días en soledad, encerrado en mi cuarto caminando con ellos, hasta que tomé el equilibrio suficiente y me animé a salir a la calle.

Es increíble lo mucho que disfruto sudando y sintiendo el placer de deslizarme suavemente por la calle con los patines, me fascina y me encanta saltar obstáculos y cada vez me empiezan a apasionar más y más. Me encanta sentir la inseguridad de perder el control cuando caigo, cuando siento miedo de tropezarme con una roca o un agujero en la calle. No hay nada que se pueda comparar con la experiencia de saltar de un lugar que creías alto, y te intimidaba, y lograr caer y seguir en pie, es como volar y sentir una libertad inigualable, mezclada con el miedo a romperte algo, es en una palabra EXTRAORDINARIO.

Ha sido amor a primera vista, éste es mi deporte, el que me fascina y admiro con el corazón y el alma. Crecí con ocho ruedas metidas en mi cabeza, ni golpes ni sangre podían lograr que me dejara de gustar la libertad de ir a toda velocidad, sin saber cuándo lograrás parar o cuando menos, qué harás para detenerte.

Mi padre, jamás vió con buenos ojos mi adicción y mi pasión. Siempre le pareció una pérdida de tiempo y según Él “la gente hablaba mal de mi”, por golpearme y caer, levantarme y volver a intentar el truco que me proponía. Para mi padre verme sudoroso y contento, intentando una y otra vez algo que otros veían como peligroso y algo que nunca iban a intentar hacer, era como ver a su hijo descarriándose y dejando de ser el mismo sumiso y manipulable, a alguien con más libertad y decisión.

Hasta hoy en día, siempre he recibido juicios de parte de mi padre por practicar el deporte que a mi me apasiona, Él habría querido que yo fuese futbolista, pero odio el fútbol (ya os diré por qué), así que jamás voy a practicarlo ni verlo. Hubiese querido que mi padre viera esa misma pasión y reto en esas ocho ruedas que yo veía y me apoyara al punto de comprarme mejores patines, y me llevara a mejores lugares para practicar trucos cada vez más peligrosos y grandiosos, pero claro, el fútbol es primero y es lo que hacen los “hombres”, quisiera saber de qué clase, ya que en donde vivo, un partido o termina en peleas y golpes, o en celebraciones llenas de alcohol y vicios, nunca con un final de superación o éxito.

- 23 de Diciembre de 2009, San Martín Zapotitlán, Retalhuleu, Guatemala C.A.

2 comentarios:

Noelia dijo...

Te entiendo yo patino en hielo y es hermoso relamente único, también hago otros deportes (hockey) pero el patín o el esquí son únicos, creo que cuando se siente pasión por un deporte puede pasar que los demás no entiendan porque nos levantamos temprano para ir a jugar o porque entrenamos vs veces a la semana pues yo creo que hay que hacer oídos sordos y seguir con el deseo.

Saludos!!!

Noe

eli dijo...

Hace unos meses me compré unos patines porque cuando era pequeña mis padres nunca quisieron hacerlo. No soy una experta y salgo a patinar menos de lo que quisiera pero cuando lo hago me encanta esa sensación de libertad y miedo. Inexplicable.

Te sigo desde mi nube :)