Tenía yo pocos años, era un niño aún. Tendría talvez unos 12 años, cuando por primera vez conocí los patines. Mis primero patines eran unos cuya bota era plástica y ruedas plásticas también, de color azul, morado y negro.
Nunca fui atlético, era más bien delgadito y debilucho, así que montarme en un par de zapatos de ocho ruedas sería un reto para un niño como yo. Mi hermano menor los dominó rápido y se volvió bueno con ellos, a mi me fascinan pero no soy muy bueno, es más, me cuesta pararme y guardar el equilibrio. Practiqué días y días en soledad, encerrado en mi cuarto caminando con ellos, hasta que tomé el equilibrio suficiente y me animé a salir a la calle.
Es increíble lo mucho que disfruto sudando y sintiendo el placer de deslizarme suavemente por la calle con los patines, me fascina y me encanta saltar obstáculos y cada vez me empiezan a apasionar más y más. Me encanta sentir la inseguridad de perder el control cuando caigo, cuando siento miedo de tropezarme con una roca o un agujero en la calle. No hay nada que se pueda comparar con la experiencia de saltar de un lugar que creías alto, y te intimidaba, y lograr caer y seguir en pie, es como volar y sentir una libertad inigualable, mezclada con el miedo a romperte algo, es en una palabra EXTRAORDINARIO.
Ha sido amor a primera vista, éste es mi deporte, el que me fascina y admiro con el corazón y el alma. Crecí con ocho ruedas metidas en mi cabeza, ni golpes ni sangre podían lograr que me dejara de gustar la libertad de ir a toda velocidad, sin saber cuándo lograrás parar o cuando menos, qué harás para detenerte.
Mi padre, jamás vió con buenos ojos mi adicción y mi pasión. Siempre le pareció una pérdida de tiempo y según Él “la gente hablaba mal de mi”, por golpearme y caer, levantarme y volver a intentar el truco que me proponía. Para mi padre verme sudoroso y contento, intentando una y otra vez algo que otros veían como peligroso y algo que nunca iban a intentar hacer, era como ver a su hijo descarriándose y dejando de ser el mismo sumiso y manipulable, a alguien con más libertad y decisión.
Hasta hoy en día, siempre he recibido juicios de parte de mi padre por practicar el deporte que a mi me apasiona, Él habría querido que yo fuese futbolista, pero odio el fútbol (ya os diré por qué), así que jamás voy a practicarlo ni verlo. Hubiese querido que mi padre viera esa misma pasión y reto en esas ocho ruedas que yo veía y me apoyara al punto de comprarme mejores patines, y me llevara a mejores lugares para practicar trucos cada vez más peligrosos y grandiosos, pero claro, el fútbol es primero y es lo que hacen los “hombres”, quisiera saber de qué clase, ya que en donde vivo, un partido o termina en peleas y golpes, o en celebraciones llenas de alcohol y vicios, nunca con un final de superación o éxito.
- 23 de Diciembre de 2009, San Martín Zapotitlán, Retalhuleu, Guatemala C.A.
Nunca fui atlético, era más bien delgadito y debilucho, así que montarme en un par de zapatos de ocho ruedas sería un reto para un niño como yo. Mi hermano menor los dominó rápido y se volvió bueno con ellos, a mi me fascinan pero no soy muy bueno, es más, me cuesta pararme y guardar el equilibrio. Practiqué días y días en soledad, encerrado en mi cuarto caminando con ellos, hasta que tomé el equilibrio suficiente y me animé a salir a la calle.
Es increíble lo mucho que disfruto sudando y sintiendo el placer de deslizarme suavemente por la calle con los patines, me fascina y me encanta saltar obstáculos y cada vez me empiezan a apasionar más y más. Me encanta sentir la inseguridad de perder el control cuando caigo, cuando siento miedo de tropezarme con una roca o un agujero en la calle. No hay nada que se pueda comparar con la experiencia de saltar de un lugar que creías alto, y te intimidaba, y lograr caer y seguir en pie, es como volar y sentir una libertad inigualable, mezclada con el miedo a romperte algo, es en una palabra EXTRAORDINARIO.
Ha sido amor a primera vista, éste es mi deporte, el que me fascina y admiro con el corazón y el alma. Crecí con ocho ruedas metidas en mi cabeza, ni golpes ni sangre podían lograr que me dejara de gustar la libertad de ir a toda velocidad, sin saber cuándo lograrás parar o cuando menos, qué harás para detenerte.
Mi padre, jamás vió con buenos ojos mi adicción y mi pasión. Siempre le pareció una pérdida de tiempo y según Él “la gente hablaba mal de mi”, por golpearme y caer, levantarme y volver a intentar el truco que me proponía. Para mi padre verme sudoroso y contento, intentando una y otra vez algo que otros veían como peligroso y algo que nunca iban a intentar hacer, era como ver a su hijo descarriándose y dejando de ser el mismo sumiso y manipulable, a alguien con más libertad y decisión.
Hasta hoy en día, siempre he recibido juicios de parte de mi padre por practicar el deporte que a mi me apasiona, Él habría querido que yo fuese futbolista, pero odio el fútbol (ya os diré por qué), así que jamás voy a practicarlo ni verlo. Hubiese querido que mi padre viera esa misma pasión y reto en esas ocho ruedas que yo veía y me apoyara al punto de comprarme mejores patines, y me llevara a mejores lugares para practicar trucos cada vez más peligrosos y grandiosos, pero claro, el fútbol es primero y es lo que hacen los “hombres”, quisiera saber de qué clase, ya que en donde vivo, un partido o termina en peleas y golpes, o en celebraciones llenas de alcohol y vicios, nunca con un final de superación o éxito.
- 23 de Diciembre de 2009, San Martín Zapotitlán, Retalhuleu, Guatemala C.A.
2 comentarios:
Te entiendo yo patino en hielo y es hermoso relamente único, también hago otros deportes (hockey) pero el patín o el esquí son únicos, creo que cuando se siente pasión por un deporte puede pasar que los demás no entiendan porque nos levantamos temprano para ir a jugar o porque entrenamos vs veces a la semana pues yo creo que hay que hacer oídos sordos y seguir con el deseo.
Saludos!!!
Noe
Hace unos meses me compré unos patines porque cuando era pequeña mis padres nunca quisieron hacerlo. No soy una experta y salgo a patinar menos de lo que quisiera pero cuando lo hago me encanta esa sensación de libertad y miedo. Inexplicable.
Te sigo desde mi nube :)
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